Creo que está sonando la alarma y parece que la sociedad debe hacer frente al grave problema actual de la “devaluación” de valores como la honradez, el esfuerzo, el gusto por el trabajo bien hecho, la solidaridad, la justicia, el respeto, la responsabilidad,…
Considero que este problema afecta directamente a la educación, un ámbito que no puede eludir la escuela. La escuela además de enseñar debe estar inmersa en la vida y, por lo tanto, para ser una realidad debe educar.
Sé que los buenos valores adquiridos y ejercidos hacen posible la convivencia y mejoran las sociedades y los modos de vivir.
También tengo claro que enseñar los valores es muy difícil. La manera más efectiva es trasmitirlos con buenas actitudes todos los días y todos los que participan en la formación de los niños y niñas.
Y, sobre todo, tengo claro que hay valores que no se tienen que consensuar, que tienen siglos de historia, que están en la Constitución. Hay que educarlos porque sí. Son: Justicia-Solidaridad, Libertad, Igualdad, Tolerancia-Respeto, Vida, Paz, Salud y Responsabilidad; todos ellos rodeados por unos valores atmosféricos que deben estar presentes y que son: Amor, Ternura, Esperanza e Ilusión.
Los padres, los profesores y todos los que intervienen en la formación de los niños y niñas deben concienciarse de la importancia del contagio de estos valores citados.
Federico Mayor Zaragoza nos decía que: “Se necesitan más que nunca valores, puntos de referencia, y es necesario y urgente un plan de acción educativo basado en tres grandes pilares: la no violencia, la igualdad y la libertad. Éstas deberán ser las bases de la educación en todos los países, cualesquiera que sean sus creencias, sus principios religiosos o sus sensibilidades culturales. El reto es crear un humanismo nuevo para el siglo XXI”.
Considero que, para conseguir lo anterior, un recurso podría ser la asignatura de Educación para la Convivencia como un factor esencial de la calidad de enseñanza en cualquier tipo de centro educativo, basándome en tres medidas pedagógicas esenciales:
1.- Reflexión y diálogo para llegar al consenso de una base ética común desde la que plantear y orientar toda la acción educativa, con unos valores mínimos compartidos: Justicia-Solidaridad, Libertad, Igualdad, Tolerancia-Respeto, Vida, Paz, Salud y Responsabilidad; todos ellos rodeados por unos valores atmosféricos que deben estar presentes y que son: Amor, Ternura, Esperanza e Ilusión.
2.- Apertura de la escuela a la vida (empaparse de la realidad).
3.- Favorecer una esperanzada actitud moral. Diseñar alternativas y posturas personales positivas en el arte de aprender a vivir y aprender a sentir amor, interés, responsabilidad y gusto por la vida.
Considero que este problema afecta directamente a la educación, un ámbito que no puede eludir la escuela. La escuela además de enseñar debe estar inmersa en la vida y, por lo tanto, para ser una realidad debe educar.
Sé que los buenos valores adquiridos y ejercidos hacen posible la convivencia y mejoran las sociedades y los modos de vivir.
También tengo claro que enseñar los valores es muy difícil. La manera más efectiva es trasmitirlos con buenas actitudes todos los días y todos los que participan en la formación de los niños y niñas.
Y, sobre todo, tengo claro que hay valores que no se tienen que consensuar, que tienen siglos de historia, que están en la Constitución. Hay que educarlos porque sí. Son: Justicia-Solidaridad, Libertad, Igualdad, Tolerancia-Respeto, Vida, Paz, Salud y Responsabilidad; todos ellos rodeados por unos valores atmosféricos que deben estar presentes y que son: Amor, Ternura, Esperanza e Ilusión.
Los padres, los profesores y todos los que intervienen en la formación de los niños y niñas deben concienciarse de la importancia del contagio de estos valores citados.
Federico Mayor Zaragoza nos decía que: “Se necesitan más que nunca valores, puntos de referencia, y es necesario y urgente un plan de acción educativo basado en tres grandes pilares: la no violencia, la igualdad y la libertad. Éstas deberán ser las bases de la educación en todos los países, cualesquiera que sean sus creencias, sus principios religiosos o sus sensibilidades culturales. El reto es crear un humanismo nuevo para el siglo XXI”.
Considero que, para conseguir lo anterior, un recurso podría ser la asignatura de Educación para la Convivencia como un factor esencial de la calidad de enseñanza en cualquier tipo de centro educativo, basándome en tres medidas pedagógicas esenciales:
1.- Reflexión y diálogo para llegar al consenso de una base ética común desde la que plantear y orientar toda la acción educativa, con unos valores mínimos compartidos: Justicia-Solidaridad, Libertad, Igualdad, Tolerancia-Respeto, Vida, Paz, Salud y Responsabilidad; todos ellos rodeados por unos valores atmosféricos que deben estar presentes y que son: Amor, Ternura, Esperanza e Ilusión.
2.- Apertura de la escuela a la vida (empaparse de la realidad).
3.- Favorecer una esperanzada actitud moral. Diseñar alternativas y posturas personales positivas en el arte de aprender a vivir y aprender a sentir amor, interés, responsabilidad y gusto por la vida.